jueves, 20 de enero de 2011

BOE; Prefacio.

Aquí presento BOE, "Bomb Of Elements", una historia que comencé hace ya un tiempo, y que estaba deseando publicar en algún sitio. Estuve creando un foro de rol a partir de ideas que fueron ocurriéndoseme sobre la historia. Me pareció algo con gancho, entretenido, y no pude evitar comenzarla. Sólo tengo el prólogo, pero es bastante largo, y aunque no explique mucho sobre lo que será la historia -que aviso ahora, será larga-, es importante. En realidad lo tengo todo pensado, pero no quiero anticiparme, porque siempre puedo olvidarme de las cosas -es muy probable-, o puedo cambiarlo si quiero. Si necesito dejar algún Na "Nota de la Autora", espero no os moleste. Cualquier duda, queja, sugerencia, comentario sobre qué os parece la historia... ya sabéis, click en el botón.  

INTRODUCCIÓN




Aquella tarde de invierno llovía, pero era una lluvia silenciosa, suave y fría. Lluvia que consigue provocar escalofríos cuando una gota roza tu piel con cuidado y sin avisar. Las calles de la ciudad no se veían bien a través de la ventanilla del coche, pero podía distinguir la mayoría de los lugares por los que pasaba entre las finas gotas de lluvia pegadas al cristal, y entre las lágrimas que empañaban sus ojos.

Las tiendas estaban ya cerradas, aunque algunas estaban siéndolo en aquel momento, porque pudo ver a un hombre bajar una persiana metálica para cerrar su negocio de carpintería. Las calles estaban húmedas, había charcos en las aceras, y riachuelos finos que seguían la carretera hacia abajo. Las ventanas estaban cerradas, pero pudo ver una abierta, y había un señor en ella, fumando con una pipa. En casi todas las ventanas había luces, luces de colores que iluminaban el ambiente, que lo animaban e intentaban transmitir el calor para protegerse de aquel frío que hacía fuera, en la calle. Algunas parpadeaban, otras cambiaban de color, y otras simplemente colgaban de las ventanas, puertas y balcones. Conforme el coche iba avanzando y girando curvas, y terminando de recorrer la calle principal de la ciudad,  podía comprobar que los apartamentos medianamente altos y de diferentes colores que se caracterizaban allí, se terminaban también, para dar paso a unas casas humildes y simétricas, una hilera de más de quince casas a cada lado de la carretera, pero la mujer que iba en el coche, miraba sólo a la derecha, pues estaba sentada en ese lado.

Las luces habían cambiado ya por allí, eran más llamativas, e incluso había muñecos que representaban renos en los jardines, pequeños hombres de rojo que parecían estar subiendo por las fachadas, i algunas guirnaldas verdes en las puertas, redondas y con campanitas que colgaban de ellas. El espíritu Navideño se respiraba por aquella ciudad, pero la mujer que estaba en el coche, sentía un dolor en el pecho, que era imposible de ignorar. Tanto, que cuando vio cómo, en un jardín, un niño que no tendría más de diez años, empujaba a otro de menos de cinco, no le importó para nada. Porque sólo le importaba el bebé que llevaba en brazos, el bebé que le había costado tanto proteger, el que ahora por fin estaría a salvo.
El bebé lloraba, y la mujer lo miró, consiguiendo que al bajar la mirada hacia sus brazos, hacia el bebé, lágrimas cayeran sobre la manta que lo protegía del frío. El cabello negro de la mujer, brillante y liso, que le llegaba por los hombros, tapaba la cara de la pequeña. Con cuidado, la mujer movió la mano derecha y se limpió las lágrimas con el dorso. Llevaba unos guantes negros, al igual que su vestido, su chaqueta de piel y sus zapatos de tacón. También al igual que –ella creía-, su corazón.

Se dio cuenta de que había comenzado a nevar, porque ya no estaban en la ciudad, y se notaba por los muchos árboles que tenían alrededor, que podía distinguir entre la humedad de la limusina por el color que tenían, de un color verdoso cubierto de pequeños copos de nieve. ¿Cuánto rato habría estado observando al bebé? ¿Tanto como para que la nieve se hubiese acumulado ya? ¿Es que acaso se había dormido? ¿O es que la pequeña ya podía…? Miró a su hija de nuevo, y suspiró largamente, pero el suspiro fue quebrándose a medida que lo alargaba más. Volvió la mirada hacia el hombre que conducía aquel gran coche negro. Era un hombre con la piel olivácea, no demasiado clara. Sus ojos eran oscuros, la joven morena lo había mirado a los ojos cuando le había abierto la puerta trasera con un paraguas en la mano. El hombre miró por el espejo retrovisor que había entre los dos asientos delanteros, y asintió a la mujer, que desvió la mirada apretando la mandíbula con fuerza, porque temblaba.

El bebé abrió los ojos, y simplemente observó el techo que protegía de la lluvia, el viento y demás posibles peligros, a los que la habían expuesto hacía tan sólo días. La joven que aún ya tenía el brazo derecho de nuevo bajo la espalda de su hija, sentía un vacío a su alrededor, a partir de ese día, todo lo que hiciera sería una falta grave en su expediente, que estaría ahí por siempre, consiguiendo que la odiaran todos por eso que había tenido que hacer.

Pero no sólo ella sentía un vacío, la pequeña que sostenía en brazos, que había vuelto a abrir los ojos hacía tan sólo segundos y ahora lloraba, sentía un vacío aún más grande, sentía como si le hubieran quitado algo de dentro, como si le faltara algún órgano, algún hueso, algo vital. Pero no recordaría ese sentimiento con claridad cuando creciera, porque tendría prioridades, y tendría problemas, que no tendrían nada que ver con esa sensación, si no con la causa de ésta.

Señorita Delacroix… estamos llegando a nuestro destino. – comunicó el chofer, con un tono de voz suave, que provocó un escalofrío en la espalda de la joven al oír su apellido, sin mover ni un centímetro su cabeza, ni siquiera miró por el retrovisor cuando la joven volvió la mirada del cristal para ver si la estaba mirando. Volvió a mirar por la ventana y suspiró, consiguiendo que se empañara el cristal. La nieve ya cubría parte de la carretera, y los árboles ya tenían ese tono blanco nevado que a ella tanto le gustó una vez. Agachó levemente la cabeza y miró entre los dos sillones delanteros, pudiendo descubrir a qué destino se refería el conductor, porque ella tenía una idea de “destino” distinta a la de él.

Estaba observando un edificio grande, enorme, que no parecía tener final hacia los lados, era alto, y de una piedra oscura, un marrón claro comido de humedad y musgo por los años que había aguantado en pie. Miró a su pequeña y la acunó contra ella al sentir cómo se movía levemente. Probablemente había sentido esos latidos desbocados que producía su corazón, nervioso como toda ella. Aparcaron allí mismo, frente a la puerta del enorme Internado, que estaba cerrada. No había ningún vehículo en aquel momento por allí, y es que la joven Delacroix se había asegurado de que no hubiera apenas nadie en el edificio, y al menos durante las vacaciones de Navidad, su deseo podía verse cumplido. Temía por la vida de su hija, ña cuál tenía apenas una semana, pero ponerla a salvo era su prioridad ahora, y lo demás podía esperar. De nuevo, con el dorso de su mano, cubierta por aquel guante corto negro, limpió los restos de lágrimas con suavidad, y alisó su brillante y corta melena negra con la misma mano, colocando un mechón tras su oreja derecha.

No se había dado cuenta, pero el chofer ya se había bajado del coche, y ya  estaba frente a su puerta. No lo hizo hasta que no se oyó el ruido metálico e interior que provocó el mecanismo al abrirse. El hombre, que ahora de pie, podía observarse con atención, parecía tener unos cuarenta años, tal vez más. Llevaba un paraguas negro en la mano, y estaba abierto sobre la puerta, haciendo sombre hacia allí, aunque ya era casi de noche en aquel lugar, y las espesas nubes grises lo cubrían todo. Pero el caso, es que el hombre en cuestión, alargó los brazos con intención de coger al bebé. Y eso fue un error.

¡NO! – vociferó la joven, apartando a su pequeña de los brazos del hombre que la había llevado hasta lo  que sería, el lugar más horrible para ella desde ese mismo día. El chofer frunció el ceño, pero después lo relajó y bajó los brazos. – Puedo yo sola, gracias. – afirmó la muchacha, con una voz suave y al mismo tiempo fría como un témpano, como el ambiente que hacía allí -porque se podía ver el vaho escaparse de entre sus labios mientras hablaba-, y un acento francés marcado y elegante.  

Asomó su cabeza por la puerta, sin que la nieve rozara su piel, al estar bajo el paraguas. Al dejarse iluminar por la tenue luz que los cubría a ambos, el conductor de limusina pudo admirar una vez más las facciones finas y pálidas de la muchacha. Su nariz, perfecta, y sus labios finos y rojos, pintados con carmín. Su cabello se movía suavemente por el viento, pero era algo fácil de ignorar, tenía uno que fijarse mucho para verlo, como estaba haciendo el conductor. Sus ojos eran de un castaño oscuro muy cálido, eran grandes y las pestañas eran largas y espesas. Además de los ojos, lo único que se había pintado habían sido los labios, por lo demás, su piel estaba perfecta, de un pálido amelocotonado y sus mejillas apenas rosadas, pero por culpa del colorete que había conseguido ponerse pese a los temblores que sufría por el miedo y los nervios.

Finalmente, salió de la limusina, y, con su hija aún en brazos, se agachó de nuevo a coger el bolso que había en el asiento central de la limusina. Lo cogió con la mano libre, y como pudo y con ambas manos ocupadas, caminó fuera del alcance del chofer, sin paraguas que la protegiera, sin escolta que la siguiera ahora, pisando la nieve, sintiendo como se colaba dentro de sus zapatos. Con un par de movimientos algo bruscos con sus piernas, se los quitó y los dejó ahí, en la nieve, mientras su mandíbula temblaba por el frío, y hacían que sintiera débil de nuevo. Llegó a las escaleras que había para entrar al lugar y subió por ellas con cuidado, arrodillándose poco a poco al llegar cerca de la enorme puerta.

Las lágrimas ya cubrían sus ojos de nuevo, empañándolos, y sus manos temblaban mientras acercaban a la pequeña hacia su pecho y la abrazaban suavemente. No se fijó siquiera en si estaba dormida o no, pero sí se dio cuenta de que la despertaría su corazón salvaje, en caso de que la primera opción fuese cierta. Sollozó, y sintió la presencia del chofer unos pasos más atrás, porque oyó cómo tosía, y la nieve crujir en un sonido tenue bajo sus pies.

Mon amour… -  musitó, en apenas un susurro. – Tienes que saber lo mucho que te quiero… - aquel acento francés estaba ahí quisiera o no, y sin embargo siguió hablándole en inglés, intentando no cometer fallos. - …aunque eres muy petite y no lo entiendes, yo sé que en el fondo siempre lo sabrás… – sollozó de nuevo, y cogió al bebé en brazos, alzándola para poder besar su frente con suavidad. Aún olía a ese champú que le había prestado la niñera que la había criado en aquella mansión en la que vivían en París, aún se sentía que era un bebé. La depositó con suavidad en el frío suelo, y aunque la manta y las capas de ropa la protegerían del frío, le dio la sensación de que no estaba bien. A nadie le parecería bien abandonar a su hija. La arropó lo mejor que pudo y después buscó su bolso, el cual había soltado en la escalera. El chofer estaba a su lado, y tenía el bolso en la mano ahora.

Señorita, no quiero ser descortés, pero recuerde que tenemos prisa… - le recordó, pero no sirvió de nada, ella estaba como en un trance. Un trance que, probablemente, duraría por siempre. – ¿Señorita Delacroix? – llamó, colocando una mano en su hombro. – Señorita Delacroix, ¿está bien? – preguntó, y ella se limitó a mirarle con lágrimas cayendo por sus mejillas, y apartó la mano de su hombro con un movimiento brusco, demasiado para una chica tan elegante como lo era ella.

Llevaba algo en la mano, algo que había sacado del bolso que le había arrebatado a su acompañante de las manos. Era un sobre, un sobre blanco que parecía contener algo pesado, pues era grande. Lo colocó sobre su pequeña, y acarició la frente de ésta, para después volverla a tapar. Alguien tiró de su brazo, y ella comenzó a sollozar algo más alto, y a suplicar en francés que no la obligaran a eso, que le dolía en el alma y que era su fin. La pequeña que dormía en la puerta del internado no sabía qué ocurría, pero pronto la gente que había dentro sí lo sabría, y sería la última bomba.

El chófer arrastró a la joven Delacroix por la nieve hasta la limusina, mientras esta intentaba correr hacia su pequeña, arrepentida, cada segundo. Le repetía que se iba a constipar, que iba a pillar una pulmonía, pero la morena no hacía caso de nada, y siguió llorando dentro del coche, acurrucándose en el suelo y arañando todo lo que estuviese a su alcance. Porque aunque sabía que separar a sus dos hijos había sido lo mejor para todos, le dolía en el alma. Le dolía en el alma, en el corazón y en la mente, y le pesaría hasta el día en que su corazón dejase de latir, hasta que la bomba de elementos se desatase. 


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Na: Debo decir que a mí personalmente me gustó mucho esto xd No diré el nombre de la señorita Delacroix, no por el momento, es sorpresa (A) Sé que me he repetido mucho llamándola por su color de pelo, o su apellido, o su sexo, pero es que no podía llamarla por su nombre, lo siento D: Bien, como he dicho, comments are ♥, así que ahí tenéis la opción de comentar, querid@s. Muchas gracias por leer hasta aquí, es importante para mí : )


4 comentarios:

  1. ES GENIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAL
    SI SACAS ESE LIBRO ME LO COMPRO O.Ó
    o mejor me lo mandas como regalo porque no tengo mucha plata y seguro que saldrá muy caro! ajjajajajaj
    no puedo creer que tenga una amiga miniescritora tan genial *-* realmente, TIENES que seguirlo, tiene todas las condiciones para ser un libro de un escritor adulto! Sos una ídola, te amo ♥

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  2. Taaati *-* Vos siempre animando, no sé qué haría sin ese apoyo. Me alegra que te guste, hoy mismo pensaba comenzar el primer capítulo, porque tengo ideas, MWAHAHA òwó xd Te lo regalaré, amor, mereces eso y más, ya lo sabes :B Graaacias por comentar, y por todo, te amo : ) ♥

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  3. OMG es genial amor mío *-* es es es iudjegvdbkcjfbcjelW
    PERFECTO
    me encanta quiero mas (L)

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  4. Nilleeee *-* Tendrás más, don't worry dear ; ) Me alegra mucho que te guste *o* graciaas ♥

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cuéntame, querid@ : )