domingo, 23 de enero de 2011

BOE; 1.- Yo no soy Sinatra.

Truenos. Eso era lo que hacía que de pequeña se estremeciese hasta que llegaba a parecer que tenía convulsiones o espasmos. Rayos. Hacían que sus ojos se abrieran demasiado, como si hubiera visto un fantasma, y que se iluminaran mucho, como si alguien los enfocara con una linterna. Lluvia. La lluvia jamás le haría daño. Estar bajo ella era algo mágico, la lluvia era suave, y humedecía su piel suavemente, lentamente, hasta que comenzaba a toser o a temblar, y entonces debía entrar dentro a darse un largo y reconfortante baño.

Eran ya incontables las veces que su madre le había dicho que no podía hacer eso de quedarse horas y horas bajo la lluvia, que algún día le daría una pulmonía demasiado fuerte, y que no llegarían al hospital. Ella no obedecía a eso. Como no obedecía tampoco cuando le decían que no debía tumbarse en el césped, que siempre estaba lleno de hojas secas, de humedad y de restos de comida que algunos estudiantes del internado dejaban por allí. Se tumbaba allí, y acariciaba la hierba fresca al mismo tiempo que el sol la acariciaba a ella con suavidad, erizando su piel con su calor, tornándola poco a poco de un color más amelocotonado, más moreno, pero siempre dejando ese tono blanquecino de su piel, con las mejillas bañadas en un tono rojizo, y su cara salpicada con pecas, con muchas pecas. Conseguía un tono brillante a su cabello, castaño oscuro, que ya parecía sedoso sólo con mirarlo, sin siquiera pasar los dedos entre éste. Era demasiado liso, y siempre se encrespaba demasiado cuando había mucha humedad, cosa la cual no le importaba.

No sólo eso era lo que solía hacer desde que tenía memoria; también solía sentarse en el columpio trasero al internado y balancearse allí con los ojos cerrados, o siempre mirando al cielo, y muy alto. Corría, corría todo lo que podía por los prados, bosques y caminos del lugar, corría por los pasillos, corría en las habitaciones… Leía mucho, en la Biblioteca todos la conocían, todos sonreían mientras veían como la pequeña O’Connell parecía beberse cada libro que cogía. Cuando llegaba la hora de dormir, podía oír cómo le contaban cuentos a Gwen, cómo ésta no decía nada, ni siquiera daba las gracias, y veía cómo después su madre salía del dormitorio y apagaba las luces, dejando que la oscuridad la sumiera de nuevo en su propiedad, en su mundo, el cual nunca había temido.

Pero ese día, aunque la lluvia estuviese presente, muy presente, había demasiado ruido fuera, era demasiado para ella, y había estado mucho tiempo despierta hasta que por fin el sueño la acogió entre sus brazos. Pero al cabo de unas horas, un sonido fuerte, el de  una puerta cerrándose, y luego otra, y otra, más las voces de gente que se saludaba por los pasillos, consiguió que abriera los ojos de golpe. Se quedó mirando al techo, respirando agitadamente. No era sano despertarse de repente mientras estaba teniendo una pesadilla, luego se pasaba horas con un humor de perros. Giró el rostro hacia la derecha, el lado de la cama que daba a la pared, pero no había nadie. Suspiró y se destapó de una patada y se incorporó deprisa, con lo que consiguió un pequeño mareo matutino que le hizo gruñir por lo bajo, aunque no hubiera nadie más en la oscura habitación.

Se sentó en el borde de la cama, y bajó los pies hacia el suelo, que estaba helado. Pero ella nunca se ponía calcetines para dormir, odiaba tener que hacerlo, al igual que usar pantalones. Iba a estar bien bajo las sábanas y las mantas de todas formas, ¿para qué usar calcetines  y pantalones? Se levantó y caminó hacia la ventana, donde subió la persiana poco a poco, pudiendo ver que ya había amanecido, y aunque no hiciera sol y estuviera todo mojado fuera, podía ser un buen día. Volvió a suspirar y echó su melena oscura hacia atrás con una mano, mientras con la otra rascaba la parte superior de su ombligo sobre la ropa. Entonces se fijó en que llevaba puesta una camisa de manga larga, de un azul claro, y que, evidentemente, era de chico. Entonces miró de nuevo a la cama y frunció el ceño, pudiendo ver que, no había ni rastro de que otro humano hubiese pasado allí la noche. Caminó hasta el armario y lo abrió con furia, haciendo que las puertas chocaran contra la pared al abrirse del todo. No le importaba, en ese momento debía desahogarse. La había dejado sola, y no era la primera vez.

-   Maldito idiota… - musitó, mientras sacaba del armario el uniforme del internado, que era de color gris oscuro, gris claro, y con tonos blancos en algunos pliegues o en los bolsillos. La única variación era el emblema, en el que aparecía un halcón con las alas abiertas de color rojo oscuro, igual que el color de la línea de los calcetines que iba a ponerse, y la ropa interior limpia que tenía ya lista.
Entró en el cuarto de baño del dormitorio y se cambió deprisa, lavándose la cara y peinando su lisa melena después, para salir deprisa del cuarto de baño y hacer la cama. Todo el lugar estaba ordenado; el escritorio, de madera cara, a primera vista, con muchas ornamentaciones florales, pero repleto de notas amarillas y fotos en el espejo que había frente a este, estaba ordenado. Incluso el suelo estaba todo limpio, sin rastro de suciedad. Cuando todo eso estuvo listo, salió de allí, con una mochila marrón colgada del hombro izquierdo, en la que sólo llevaba dos libros, una libreta y su estuche. Además de algunas cosas de ayuda personal, en su mayoría femeninas.

Caminó por los pasillos, sin saludar a nadie, sin devolverle los saludos a la gente que la saludaba, que era bastante. Bajó dos pisos hasta llegar al lugar en el que sabía, estaría él: la cafetería. Entró abriendo las puertas de par en par, pero sin levantar demasiadas miradas de sus platos de desayuno. La cafetería era grande, de un color blanco demasiado limpio, pero siempre con tonos rojizos, como las mesas, o los marcos de las puertas y ventanas. Divisó a un chico con el cabello castaño, no tan oscuro como el de ella, que hablaba con tres chicas, que tenían bandeja de desayuno frente a ellas, pero que preferían comérselo a él con los ojos. Era evidente que era quien estaba buscando. Las tres chicas reían mientras ella se acercaba a la mesa rápidamente, con los puños apretados a los costados de su cuerpo. Cuando llegó allí, el único que le miró fue él, que sonrió ampliamente y se encogió de hombros en un gesto que cualquiera calificaría de inocente. Miró a las chicas, ladeando levemente su rostro, parpadeando varias veces “inocentemente”, y  simulando que era un cachorrito. Ni se despidieron, simplemente se levantaron y se fueron, cogiendo con desgana sus bandejas.

- ¿No sabes despertarme? – preguntó frunciendo el ceño y mirándole con furia en los ojos. Él rió entre dientes y se echó hacia atrás todavía sentado en la silla de plástico de color gris. Llevaba ya su uniforme, con la corbata mal puesta y la camisa limpia y blanca, que contrastaba con su piel también algo blanquecina. Se giró levemente hacia la que le estaba echando el sermón y abrió los brazos.

- Vaya, parece que hoy nos hemos despertado de buen humor. – comentó, con su voz burlona de siempre, a juego con la sonrisa de bufón. Se limitó a poner los ojos en blanco, a lo que él rió de nuevo. – A mis brazos, Ophie, sé que me has echado de menos. – dijo, abriendo y cerrando las manos, aún con los brazos extendidos.

Ophelia sonrió a duras penas y relajó los músculos, acercándose hacia el castaño muchacho, dejando la mochila en el suelo junto a la mesa, y sentándose en su regazo con soltura, como si fuera algo común entre ellos dos. Y lo era.

- Eres un inútil, Evan. – dijo ella, golpeándole el hombro con el suyo propio, y mirándole con el ceño fruncido. - De no ser porque he oído a la gente despertarse, hoy no me hubiera movido de la cama. – aseguró, asintiendo con seriedad.

- Lo sé. – dijo Evan, encogiéndose de hombros y sonriendo ladinamente. – Pero tenías una carita de ángel ahí dormida… - puso morritos y parpadeó varias veces rápidamente, a lo que Ophelia sólo rió. Borró esa expresión tan extraña y se limitó a sonreír de nuevo mirando a su mejor amiga con normalidad. – Al principió pensé en encender el trasto que tienes por reproductor de música y ponértelo junto al oído para reírme un rato… - Ante esto Ophelia arqueó una ceja. - …pero después he pensado que no podía hacerte eso después de lo mal que lo pasas las noches como las de hoy. – Por eso Ophelia quería tanto a Evan, porque era un egocéntrico, era un maldito mujeriego, era un chico demasiado listo, demasiado inteligente, y demasiado él. Pero era su mejor amigo, siempre estaba ahí, y la protegía como si fuese su hermana menor.

Apoyó su cabeza sobre el hombro del muchacho y suspiró pesadamente, ante lo que Evan la rodeó con los brazos y suspiró también, pero más teatralmente, cosa que hacía reír a Ophelia casi siempre.

- ¿No piensas desayunar? – preguntó, apartándola con suavidad y mirándola, más bien escrutándola con la mirada.

- No sé. – contestó sin siquiera mirar a las cocineras, tras una barra a su izquierda. Miró de solsayo la bandeja de Evan, sin tocar apenas, y la señaló con la cabeza. - ¿Y tú? ¿Ya has desayunado? – preguntó, ahora escrutándole a él con la mirada.

- Sí, me he bebido un café. ¿Te hace uno? – preguntó, sonriendo, anticipándose a la respuesta de su compañera. – Yo te lo traigo, tú siéntate ahí y piensa en lo mucho que me quieres. – dijo, sonriendo mientras Ophelia se levantaba y se sentaba en la silla de al lado, donde antes había estado una rubia con aspecto de ser la típica reina del baile.

Pero ella no era la reina del baile, es más, en todos los bailes en los que había estado, sólo había bebido hasta no tener consciencia de lo que hacía y se había despertado en la cama de Evan, todavía vestida y sin él a su lado. Esperó hasta que vio cómo su mejor amigo volvía junto a ella y le entregaba una taza en la que podía verse el humo subir. Cómo la conocía. Sabía que adoraba el café bien caliente. Sonrió agradeciéndoselo mientras acogía la taza entre sus manos y pegaba un trago largo, quemándose la garganta, pero ni siquiera immutándose.

- Bien, sé que me has odiado durante un rato, cosa que sueles hacer, pero… ¿qué tenemos pensado para hoy? – preguntó, observando cómo Ophelia se bebía la taza de café con rapidez.

- Ni idea, lo que quieras. – contestó ella, con la boca aún dentro de la taza, provocando que sonase como un eco. Entonces terminó su café, como siempre, en un tiempo record, y suspiró. Entonces sonrió. – Había pensado que podrías acompañarme a la ciudad… necesito comprar ropa que abrigue, estamos en pleno invierno… - dijo,  poniendo morritos.

- Ya, para que luego la uses para bailar bajo la lluvia, Sinatra. – bromeó Evan, arqueando una ceja mientras sonreía. – Sabes que voy a acompañarte, pero debes saber que no pienso pagar esta vez. – dijo, intentando que sonase serio, sin éxito. Soltó una carcajada y Ophelia le sacó la lengua.

- Cállate, siempre pago yo. – comentó, acercando su puño al hombro del castaño y dejando un golpe allí, algo común. – Pero mi padre ya está hasta las narices de que desaparezca dinero que me da cuando sabe que no compro tanto.  – aclaró, cambiando su expresión a una de preocupación.

- Tu padre sabe que soy un chico pobre y necesitado, que necesita ayuda económica… - dijo, llevándose una mano a la frente teatralmente.

- Claro… - dijo Ophelia, alargando la “a” un poco, mientras reía. – El que mi padre sea el director no significa que tenga que pagar todos mis gastos. – dijo entrecerrando los ojos, con una ligera pomposidad en la frase.

- Menuda mentira más grande, Ophelia. – dijo Evan, primero sólo sonriendo, pero después soltando una carcajada alta y sonora. La susodicha le acompañó en la carcajada, pero terminó de reír e hizo un aspaviento con la mano, mirando a su mejor amigo de nuevo.

- No, en serio, debo encontrar un trabajo, no a tiempo completo, pero que pueda compaginar con las clases. No puedo hacer que papá pague todo el pato, Evan. – aclaró, esta vez con seriedad.

- Bueno, siempre puedes… ya sabes, salir al bosque por las noches con las chicas de segundo y vender tu cuerpo a la “beneficencia”. – comentó Evan, asintiendo como si fuese en serio.

- ¡Evan! – exclamó Ophelia, riendo.

- Conozco a algunas muy simpáticas… seguro que puedo presentártelas y todo, les encantará tu estilo tan… Frank. – dijo él, sonriendo. Ophelia puso los ojos en blanco –gesto que efectuaba mucho cuando estaba con Evan-, y se levantó de la silla, recogiendo su mochila.  Aguantaba las bromas del total estilo de Evan porque ya era costumbre, pero solía cansarle el rollo de que ella fuese Frank Sinatra sólo porque bailase y durmiese y muchas cosas más bajo la lluvia.

- Si no nos vamos ya llegaremos tarde a francés. – dijo, suspirando y echando a caminar por la cafetería. No oyó cómo Evan se levantaba y se acercaba, pero sí sintió un brazo de éste sobre sus hombros.

- Cierto, nuestro querido trol podría morir ahogado en su propia espuma provocada por la rabia si ve que de nuevo faltamos a su clase… - comentó, refiriéndose a su profesora, una mujer estricta y gruñona. Ophelia rió y cogió con su mano la mano que colgaba sobre su hombro izquierdo, que jamás llegaba ni a rozar su pecho, porque Evan era como era, pero tenía un respeto hacia su mejor amiga, que ésta apreciaba de todo corazón. – Imagina que decide eliminar la lluvia y sustituir los paraguas por crêpes volantes o algo así… jodería tu vida, Sinatra. – Dijo, asintiendo mientras Ophelia le daba un codazo suave en el costado. Siguieron caminando mientras reían bajo.

- Sabes que yo no soy… - comenzó Ophelia, recordando que debía decírselo, como una rutina. Pero algo la interrumpió, el que la puerta de la cafetería se abriese y dejase paso a una muchacha con el cabello castaño claro tirando a un rubio oscuro, con unos ojos azules grandes y muy maquillados, con los labios pintados también, y el uniforme algo cambiado; nada de corbata, camisa abierta ligeramente, falda más corta y tacones. Oh, aquello sí que era una reina del baile. - …Sinatra. – terminó Ophelia, que, al igual que la recién llegada, paró de caminar, aunque Evan ya lo había hecho un segundo antes. – Gwen. – dijo, simplemente, mirando a la chica que ahora les sonreía y se acercaba hacia ellos con paso decidido y demasiado pulcro y calculado.

- ¡Ophie! – saludó Gwen, que le dio dos besos en sendas mejillas, apenas sin rozar su piel. - Te estaba buscando, pero al ver que no estabas ni en la habitación de Evan ni en la tuya, bajé por aquí. – explicó, mirando a Evan aún sonriendo. Aquello era algo vomitivo, lo miraba así desde hacía meses, y Evan sólo miraba hacia Ophelia, esperando que se deshiciera de aquello.

- ¿Ah, sí? – preguntó la buscada, arqueando una ceja. Pero sacudió la cabeza levemente y sonrió. – Bueno, aquí me tienes, dime. – pidió amablemente a la rubia muchacha.

Bueno, el caso es que Matt te está esperando en la biblioteca, dice que lo que tiene que decirte es muy importante. – explicó, mirando ahora a Ophelia, la cual frunció el ceño, confundida.

- ¿Que Matt…? – se encogió de hombros y  miró a Evan, el cual formuló un “por favor” sin abrir la boca apenas. – Pues tendrá que esperar, tengo… tenemos clase de francés, así que hablaré con él después. – contestó, asintiendo. – Así que si eso hablamos más tarde, Gwen, que tengas un buen día. – se despidió con una sonrisa, y esquivando a la rubia muchacha salieron de la cafetería, cerrando las puertas tras de sí. Evan todavía rodeaba a Ophelia con un brazo, y esta caminaba apoyada en éste.
- No sé cómo la aguantas. – comentó Evan, bufando mientras recorrían el pasillo de la planta baja con rapidez hacia la puerta principal.

- Bueno, años de práctica, ya sabes. – dijo, encogiéndose de hombros.

- Ya, claro, yo también solía aguantarla, pero ya no puedo más. – contestó Evan, con voz de cansancio. – Siempre sonriendo, queriendo parecer una buena chica… es toda una zorra, te lo digo yo. – aseguró, con seriedad.

- ¡Evan! – recriminó Ophelia, mientras abría la puerta principal con su mano libre y bajaban las escaleras con rapidez, dirigiéndose hacia el edificio contiguo, en el que se encontraba la clase de francés.

- ¿Qué? – preguntó éste, sacudiendo su mano libre. – Pregúntale a Davies, o a Flint.– dijo, riendo entre dientes. – Es un monstruo, sólo te mira a los ojos cuando ha conseguido desnudarte y ya está sobre ti lista para… - dijo esto último bajando el tono de voz, y Ophelia sabía por qué.

- Recuérdame por qué te acostaste con mi hermana. – pidió, riendo.

- Te acabo de decir que es una zorra. – contestó Evan. – Y ninguna zorra se me resiste, Ophie, deberías saberlo, y más aún siendo tu hermana de quien estamos hablando. – terminó, mientras Ophelia reía porque sabía que tenía razón, y Evan abría la puerta del edificio dos, preparándose para ver la cara de su profesora-trol mientras ellos se dedicaban a dibujar garabatos en sus libretas, en lugar de atender a la clase, de atender al mundo, a lo que podía suceder. A lo que iba a suceder.

5 comentarios:

  1. Bueno querida amiga mía SABÍA que la llamarías Ophelia, no tenía el presentimiento no no, lo sabía ¿por qué? Porque es mi nombre favorito porque Ophelia es el mejor personaje de William Shakespeare y bendito él por inventar ese nombre y y y tú siempre lo usas.
    Me encanta cariño más vale que sigas escribiendo *-*

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  2. Sabía que te gustaría ese detalle. Ophelia es un nombre genial, no sé, me resulta diferente a la vez que tan común en mí que me he enamorado *-* xd Tranquila, seguiré escribiendo ; )

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  3. Para serte sincero, no sé cómo empezar a comentar tu entrada, y no es porque no me guste, simplemente porque no sé cómo empezarla de una forma adecuada y en la que no aparente un auténtico soso de los pies a la cabeza.
    Primero: Gracias por comentar en mí blog :) Si vas allí verás que te he respondido.
    Segundo: Me encanta tu forma de escribir. Desde ahora te digo que soy una persona bastante extraña para los gustos, aunque prácticamente acaben gustándome todos y cada uno de ellos, siempre y cuando la historia se lo merezca y me atrape. Y en cuanto a tu historia, me encanta como se está desarrollando, sobretodo la forma en la que lo describes todo, vamos, la escritura una vez más. Los personajes son de la vida real, por decirlo de alguna manera, y aún así consigues darle un aire que los diferencia de los de siempre, de las típicas historietas de instituto. (Tengo debilidad por los personajes con personalidad como Ophelia, y por poner un ejemplo que ambos conozcamos, Liselotte ;) )
    Tercer y último punto: No soy la típica persona a la que le gusten historias del día a día, o cualquier tipo de historia. Tampoco soy de los que dicen un cumplido por decirlo, me considero bastante sincero y si no me gustase lo que escribes no estaría aquí, por mucho que tú estuvieses en mí blog (Que mal suena, parezco el malo de alguna película cutre x'DD) Después de todo este pedazo rollo que te he soltado (debes pensar: ¡Santo dios! ¿De dónde ha salido?) Me despido y te doy y más sincera enhorabuena por el blog. Una bonita apariencia y una buena historia.
    Espero seguir leyéndote muy pronto. Un saludo^^

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  4. Wow, pues no te preocupes, ha sido adecuado y definitivamente, nada soso. A mí me pareció una idea razonable para poder escribirla, y te aviso ahora de que no sólo será una historia en un internado -ese tipo de historias me tienen frita ya xd-, y habrán más trucos mágicos de por medio :3 Me alegra que te gusten los personajes, los que quedan son cada uno más especial y diferente al anterior, siempre procuro encargarme de eso. Y me halaga muchísimo que hayas comentado, eso quiere decir que te gusta, y es algo importante para mí : ) No te preocupes por parecer el malo, siempre se agradece la sinceridad, siempre. Muchas gracias, y verás más, ¡pronto! ¡Saludos! : )

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  5. Ya sabes tooodo lo que opino ajajjajaj. Me encanta, obviamente, aunque tengo muchísimas dudas y eso es lo que hace que quiera seguir leyendo. Hay cosas que no entiendo, y por eso mismo quiero verte terminar TODOS los capitulos, terminalos, terminalos u.u xDD Soy ansiosa, lo sé 8). Entiendo que Ophe es hija de la mujer de la introducción, y otras cosas más, pero muchas me generan dudas y me encanta que sea así! Siempre te lo dije, escribís hermoso y muy limpio, lo único que te puedo llegar a decir es que hagas los capítulos un poco más largos, después de eso, nada, es genial! te amo♥

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